El lamentable resultado del partido entre Tigre y Nueva Chicago el pasado 27 de junio que dejó como saldo una muerte, caos y destrucción es un simple indicador de los niveles de violencia descontrolada que se ha alcanzado en el fútbol.
El Estado y la política son cómplices y facilitadores de estas situaciones.
Hace falta voluntad política para hacer algo al respecto. Mientras el gobierno y los dirijentes de la AFA se quedan de brazos cruzados los verdaderos fanáticos de este deporte son los rehenes de esta situación
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