Germán Pérez y Ana Natalucci: nterés, identidad y sujetospolíticos en las nuevas formas de conflictividad social


Germán Pérez y Ana Natalucci

18 público y la producción -el medio que constituye la población en el léxico foucaultiano-, lamultitud operará desestabilizando los flujos que el Imperio impulsa y controla por su capacidadespontánea de subvertir la circulación a través del éxodo y la deserción como condicionesantropológicas. Según esta caracterización, lo que las luchas pierden en posibilidades dearticulación horizontal lo ganan en la intensidad de sus intervenciones. El Imperio constituyeuna victoria paradójica del proletariado industrial ya que su internacionalismo se realiza en unsistema fluido e inestable y, consecuentemente, expuesto a que diversas luchas singularesafecten directamente el nervio central del poder imperial. En definitiva, si el desafío del pueblocomo sujeto político consistía en su articulación orientada hacia la unidad de acciónestableciendo un enemigo definido, el capitalismo postfordista promueve un nuevo tipo deconflictividad cuyo sujeto encuentra su poder subversivo en la intensidad de sus intervencionessingulares, resistiendo toda forma de representación y/o articulación que se presentan comolas dos principales modalidades de captura de su poder transformador.Ahora bien, asumiendo la mutación social que supone el advenimiento de lo queFoucault denomina sociedades de seguridad y Hardt y Negri, siguiendo a Deleuze, sociedadesde control, cabe preguntarse por la definición de la multitud como sujeto político privilegiadoque realizan los autores. Principalmente, resulta cuestionable el carácter espontáneo einmanente al despliegue del capitalismo postindustrial que marca la explicación de laemergencia de la multitud. Jacques Rancière (2002) coloca este análisis en la larga tradiciónmarxista a la que denomina “metapolítica”: considerar al despliegue de las fuerzas productivascomo dotado de una teleología inmanente que conduce a la realización de lo que Marxdenomina la “humanidad socializada”. Efectivamente, para Hardt y Negri, las sociedades decontrol al movilizar productivamente la comunicación y el afecto producen una expansiónespontánea de la conflictividad social que se realiza en el surgimiento de la multitud; sujetopolítico múltiple y con una potencia subversiva que supera a la del proletariado industrial,sometido a la disciplina de la fábrica y la dominación del estado nación.Sin embargo, argumenta Rancière, este tipo de teoría política suprime la instanciaespecíficamente política de la distorsión, aquella dónde un nombre de sujeto impugna larepresentación de las partes de la comunidad como un todo constituido en positividad social. Elantagonismo político, el modo de enunciación específico de un sujeto que, como hemospropuesto, no sólo impugna la distribución de los recursos sino las propias reglas que lahabilitan y la legitiman, queda en la lectura metapolítica reabsorbido en el despliegueteleológico de la sociedad. Según el autor francés, frente al imaginario metapolítico deldespliegue inmanente de las fuerzas productivas el pensamiento de los sujetos político deberecuperar la fuerza disruptiva del desacuerdo democrático:“Los sujetos políticos no se identifican con ‘hombres’ o agrupamientos depoblaciones, ni con identidades definidas por textos constitucionales. Sediferencian siempre por un intervalo entre identidades, sea que esténdeterminadas por las relaciones sociales o por las categorías jurídicas. []Sujetos políticos existen en el intervalo entre diferentes nombres de sujeto. 19 Hombre y ciudadano son nombres de este tipo, nombres de lo común cuyaextensión y comprensión son igualmente litigiosas y que por esta razón seprestan a una suplementación política, a un ejercicio que verifica a quésujetos se aplican esos nombres y de qué poder son portadores” (2006: 85-86). Lo que implica el proceso democrático es la acción de sujetos que, trabajando sobre elintervalo entre identidades, reconfiguran las distribuciones de lo privado y lo público, loparticular y lo universal, el interés y el derecho, el estado y la sociedad, en definitiva, indagannuevas formas de gubernamentalidad. Recuperamos aquí la máxima foucaultiana según la cualel gobierno de los hombres no es del orden de la imposición de los gobernantes a losgobernados, sino una práctica que fija la definición y la posición respectiva de los gobernados ylos gobernantes entre sí y con referencia a los otros. Pero esta concepción del litigio y lossujetos políticos no puede pensarse en el orden de la inmanencia de lo social como esenciaautopoiética, sino que requiere un pensamiento de la especificidad de lo político democrático.Al respecto, Paolo Virno (2003), otro autor italiano preocupado por el análisis de lamultitud, sugiere que el desarrollo hipertrófico en el capitalismo postfordista del “intelectogeneral” -la movilización de las capacidades comunicativas y afectivas básicas de la especiecomo fuerzas productivas- conduce al peor de los escenarios sin la conformación simultáneade una “esfera pública no estatal”. Sin esta eventualidad, lejos de quedar abolida, la soberaníaestatal se refuerza como aparato técnico-administrativo y represivo destinado a capturar yfuncionalizar el excedente intelectual y comunicativo que generan las nuevas formas deproducción; en tal caso estamos, advierte Virno, en el reino de “lo siniestro”. Nos parecefundamental la intervención de Virno en la medida en que ofrece una alternativa, quepodríamos llamar republicana, frente al optimismo espontaneísta en el desarrollo de las fuerzasproductivas, reponiendo el problema de las mutaciones del estado en el actual contexto detransformación del capitalismo. Esa “esfera pública no estatal” configura los espacios deconstrucción de una voluntad política autónoma donde los sujetos políticos democráticospueden surgir y proliferar. El “intervalo entre identidades” que supone la emergencia decualquier sujeto político requiere de un espacio de aparición que reúna las dos característicasfundamentales que Hannah Arendt (1993) le atribuye a la acción humana: pluralidad -diversidad de puntos de vista en una estructura deliberativa- y natalidad -apertura alsurgimiento de lo radicalmente nuevo-.Compartimos que ninguna concepción sustancialista de la soberanía popular puederesultar la base de un sujeto político emancipatorio en una realidad política desterritorializada,mediatizada y múltiple. Sin embargo, tampoco creemos que la propia dinámica inmanente delcapital engendre espontáneamente el tipo de sujetos que conduzcan a su transformacióndemocrática. Curiosamente, los propios Hardt y Negri sugieren un camino interesante para laconstitución de nuevos sujetos políticos al momento de ofrecer un escueto programa de acciónpara la multitud postfordista. Hablan allí de tres exigencias fundamentales: el reclamo de una 20 ciudadanía global, el derecho al goce de un salario social y el derecho a la reapropiación socialde los medios de producción. Lo curioso, obviamente, reside en que autores que niegan todaespecificidad y autonomía a lo político, considerándola como una forma de alienación de lapotencia de la multitud en el dispositivo de soberanía, recurran para formular sus reclamos auna retórica de derechos. Creemos, más cerca de los textos de Foucault que de lainterpretación de Hardt y Negri, que las formas de gubernamentalidad no se suceden según uncurso teleológico sino que se solapan e imbrican alternando su predominio. Si esto es así, cabepreguntarse por el estatuto de los derechos en el ocaso de la soberanía estatal. Y esprecisamente en una “política de los derechos” (Lefort, 1990) donde encontramos unaherramienta productiva para la apertura de ese espacio público no estatal indispensable para larealización democrática de la potencia de la multitud. Un derecho que apele a la universalidadde la justicia distorsionando la representación cerrada de la comunidad política comoemanación del poder estatal y obligue a todo poder político a justificar las fuentes de sulegitimidad. En ese espacio irrenunciable que la política de los derechos abre entre el poder ysu justificación esperamos escuchar la palabra plena de los sujetos por venir

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